jueves, 28 de abril de 2011

El Resero-Juan Roque Bonafina-Mar del Plata Argentina


Roberto Santamaría realizando su programa La Pulpería de Roberto, Mar del Plata, Argentina

Juan Roque Bonafina, Mar del Plata, Argentina (Foto: Roberto Santamaría, El Pulpero, Argentina
Tradiciones de provincias argentinas. El Resero
Por Roberto Santamaría, El Pulpero, Mar del Plata, Argentina
Juan Roque Bonafina, Mar del Plata, Argentina (Foto: Roberto Santamaría, El Pulpero, Argentina)
En mi programa "La Pulpería de Roberto" en Mar del Plata, hemos glosado la figura del resero junto al poeta marplatense Juan Roque Bonafina, recientemente desaparecido.
                                                             El resero

En la pulpería de mis padres llamada “El Pimentón” inaugurada allá por el año 1932, formaban parte importante de la clientela habitual “los reseros”. Al fondo de la cancha de bochas, bajo unos árboles muy grandes había un fogón, donde los reseros solían hacer un alto en el camino y encender el fuego para hacer el asado y calentar el agua para la mateada.

Durante la noche se turnaban. Mientras unos dormían los demás cuidaban de la hacienda y así esperaban que aclarara el día para continuar la marcha. Yo no me perdía ninguno de esos fogones donde escuchaba de boca de los paisanos, cuentos, sucedidos, historias etc.

A continuación voy a transcribir parte de una reseña sobre el resero, que hizo el poeta de Mar del Plata don Juan Roque Bonafina y finalmente las décimas que tituló “Adiós resero”

“Se denomina resero al hombre que montado a caballo, aparta tropas de reses y las conduce de un sitio a otro.

Al inicio del resero en nuestro país, hay que buscarlo a fines del siglo XVI; en noviembre de 1576 se presentaron al Cabildo de la antigua Santa Fe, solicitudes para registrar marcas de hierro con el fin de marcar “vacas y yeguas”.

La primera marca de hierro que quedo asentada ante escribano del Cabildo de Buenos Aires fue el 19 de mayo de 1589 a nombre de Francisco de Salas Videla, y la primera yerra de vacunos se realizo en Cayasta, provincia de Santa Fe entre los años 1575 a 1576.

De ahí en más, el resero empezó a ser vital para el comercio ganadero de esta tierra. Él fue responsable de los movimientos de los arreos, sin que hayan incidido las distancias ni los peligros que representaban las travesías habitadas por animales salvajes, la presencia activa de los malones, desertores en rebeldía y cuatreros asesinos.

Debido a las largas distancias que tuvo que recorrer, se movilizaban montados a caballo y con tropilla entablada. La tropilla entablada consiste en un grupo de yeguarizos mansos que se acostumbran, mediante la enseñanza por parte del hombre, a seguir y obedecer a una yegua madrina, con cencerro. Es de hacer notar que cada cencerro tiene un tañido diferente a otro y esto se consigue a través de la forma, tamaño, peso del badajo y la posición en que va colgado dentro del cencerro.

El resero pasaba la mayor parte del tiempo a campo raso. Para dormir tendía el recado en el suelo, al reparo de alguna mata de paja, y cuando no pudo hacer cama por la lluvia, o tuvo que rondar (cuidar) la hacienda en yunta con otro, se turnó para descabezar el sueño de “a caballo”, haciendo equilibrio en los estribos, apoyando las manos cerradas en las cabeceras de los bastos (parte del recado), guareciéndose bajo su poncho, que fue el techo de su existencia.

Pasaron los años y el viejo resero se fue aquietando, hasta hundirse en el receso permanente, debido al avance del “camión jaulero”, que aun hoy sigue andando por los caminos que se abren hacia todos los rumbos en el territorio de la Nación Argentina”.

A d i ó s   r e s e r o

Autor: Juan Roque Bonafina

En la llanura surera
Le saco el bozal a un ruano,
Y quedo con una mano
Tanteando la tabaquera.

Con la otra formo visera
Pa observar el callejón,
Y al ver pasar un camión
Con vacas pa´l matadero
En la cara del resero
Trastrabillo un lagrimón.-

Afloraron en su mente
Las horas malas de marchas,
Desollando las escarchas
O bebiendo aire caliente.

Oyó la voz de la gente
Que le iba cortando el paso
Para ofrecerle un abrazo
En la puerta del corral,
Cuando sin errar un pial
Jugueteaba con el lazo.

La tropilla de asustada
Por el toque de bocina,
Se apretó con la madrina
Pa volverse a la manada.

Entre las pajas tirada
Quedo la “trebe de fierro”,
Y cerca de ella el cencerro
Se atrinchero boca abajo
Para callar al badajo
Que le tocaba destierro.

Los tientos de la encimera
Se arrugaron de resecos,
El poncho encerao sin flecos
Le dio paso a las goteras,
El sudor de las bajeras
Se salitró en la carona;
Y en la maleta de lona
Que supo ser pa´ los vicios,
Al terminar los servicios
Se oxidaron las lloronas.

Con ese camión jaulero
Y el avance del progreso,
Se consolido el receso
Permanente del resero.

Ya nunca más el lucero
Le podrá oír el silbido,
Porque en el tiempo se ha ido
Dios sabe pa´ que región;
¡galopando un redomón
Que le ha prestado el olvido!!!!


Fuente: Z25 Tradiciones de Provincias Argentinas