viernes, 25 de marzo de 2011

Cachirulo-Casamiento

Después de 66 años, hubo boda en Cachirulo
Publicado en edición impresa diario "El Diario"| Viernes 19 de noviembrede 2010-12:50hs
Una boda en Cachirulo: "Es la refundación del pueblo"

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Después de 66 años, hubo boda en Cachirulo. El pueblo está de fiesta.
Sus habitantes quieren correr a los fantasmas.

Sebastián Andres Quiroga tiene 22 años. Junto a ocho hermanos más, trabaja en los hornos de ladrillos de su padre. Esa actividad es la única del lugar, aprovechando la buena tierra y la leña abundante.

Hace cuatro años llegó al pueblito Bárbara Agustina Lourdes Acuña. Tiene 18 años. Con su familia, desde Pehuajó, habían arribado a Toay para buscar un futuro mejor. Pero pronto tuvieron que dejar la casa que alquilaban. Como eran muchos hermanos, consiguieron prestada la casa que ocupó la comisaría en las méjores épocas de Cachirulo.



Se conocieron jugando en la calle con otros chicos. Se hicieron amigos. Y más. Tienen una hija, Brisa, de 1 año y 3 meses. Este viernes la pequeña los acompañó, en brazos de su madre, cuando dieron el sí ante el juez de Paz de Toay, Rodolfo Alvarez.

El funcionario ya había casado dos parejas de jóvenes de Cachirulo, hace unos meses. Tuvo que pedir otra sala del municipio porque la concurrencia desbordó la sala del juzgado en esas dos ocasiones. Había prometido que el próximo matrimonio, se haría en Cachirulo. Y este viernes cumplió.


Hacía 66 años que no había un casamiento en Cachirulo. El 25 de noviembre de 1944 a las 10 horas se casaron Alfredo Sánchez y María Luisa Rosales, de 24 y 15 años. Uno de los testigos, dijeron en la ceremonia, fue Pedro Phagouapé, fundador de la localidad en 1901. Sin embargo, murió en 1928. El testigo, en realidad, se llamaba Luis Phagouapé.
Este viernes eligieron la misma hora que aquella vez para la ceremonia. El lugar, el pequeño templo de la comunidad cristiana que predica desde hace diez años entre las familias de horneros de Cachirulo. Está ubicada la a vuelta de la escuela.
El edificio de la iglesia abandonada, a cincuenta metros, en la esquina, y el silbido de los pájaros, recibió a la comitiva oficial con el juez y el intendente de Toay, Ariel Rojas, que se trasladó hasta allí a media mañana.
“Parece que viene tormenta hoy”, saludó despreocupado Horacio Quiroga, el padre del novio, espiando el horizonte.



Los novios aparecieron cambiados desde una construcción pegada al templo, donde funciona la panadería de una cooperativa de jóvenes que formaron hace poco, nucleados por el pastor evangélico. “Lo mío era irme a otro lado porque aca no había nada. Pero decidí quedarme. A ella me la mandó Dios. Queremos que crezca el pueblo”, le cuenta él a El Diario.
“Vivir acá es lo más fácil. Aislados de todo, nos sentimos mejor. Es mejor vivir en el campo que en la ciudad”, asegura. Para ella, “es un lindo pueblo, se vive muy diferente”.
Alcanzan a contar que el templo evangélico subdividió el terreno que le cedió el municipio y le regalaron una parcela. El sueño ahora es levantar la casa propia.
No hay tiempo para más. En el templo, el juez y los colaboradores esperan impacientes. Hay un pequeño altar con un mantel blanco. Un jarrón con flores. Y sobre el mantel el libro para asentar el casamiento y también el viejo registro con los datos de la última boda en Cachirulo.
En la sala de cinco por ocho, apretaditos, familiares, conocidos, algún niños que llora, fotógrafos y cámaras.


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